Una de las entrevistas más emotivas y de aprendizaje que realicé hace poco fue la de Gaby Muñoz, conocida como Chula the clown y en la que platicamos sobre su trabajo como actriz, como clown que logra conectar el difícil arte de decir sin hablar, de vínculo que lleva sonrisas y enseñanzas a través de sus obras y su caracterización como personajes que se quedan en la mente y el corazón de cualquiera que la vea. Uno de los aspectos que platicamos y que me parece son los que más me sorprende es el resultado que obtenemos al darnos cuenta que la vida es para gozar y que siempre ante cualquier adversidad y con el placer del humor, estos provocan reírnos de uno mismo, ver lo honesto y llevarlo a la realidad. Al finalizar me comentó que a principios de este octubre estaría en cartelera su segunda obra de teatro, Limbo, y como admiradora de su obra no pude resistir ir a verla, este fue el gran resultado:
Limbo es un reflejo de nuestros miedos. Una obra compleja, llena de símbolos y mitos, algunos aterradores pero que inyectan esperanza y dulzura que se vuelven reales, algo muy universal, que sentimos o que hemos sentido todos en algún momento de nuestra vida. Habla de la muerte, pero de cómo darle la vuelta con la vida, de celebrar la experiencia de estar vivo. Sé que quizá suena un poco confuso pero lo mejor de esta obra es que al ser una experiencia onírica, esta nos permite viajar e interpretar lo que cada uno quiera a través de la puesta en escena y de nuestros mismos sentimientos.
La cita fue en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, un espacio representativo para las artes en la Ciudad de México. Un monumental recinto en el que se han presentado artistas que aprovechan su gran telón rojo, la hermosa arquitectura, la iluminación, el espacio y hasta la acústica para presentar una historia en un set lleno de magia y surrealismo. Durante tres días consecutivos la obra se presentó con llenos totales, y es que además, Limbo es un juego en el que todos queríamos participar.
Limbo también se presentó una corta temporada a principios de este año en el Teatro Milán.
Y es que además de que ubicáramos a Chula the clown, Gaby Muñoz presentaba un cartel imponente e hipnotizante con un rostro en flores, muy blanco, donde se destacaban sus labios en forma de corazón junto con el nombre de otro clown, Ernesto García, y la participación- colaboración especial de Natalia Lafourcade. Así, Limbo no solo fue una bonita obra de teatro, con escenografías creativas y curiosas, sino que para mí significó un despertar a través de música, movimientos y empatía por lo que el subconsciente de la artista quiso expresar. Limbo además navega entre la fantasía y la realidad, entre el sentimiento y la razón, la vida y la muerte. Es una muestra de la fragilidad que tenemos como seres humanos y los sentimientos que nos provocan experiencias para reencontrarnos con seres queridos, con nosotros mismos y con nuestros monstruos.
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Ensayos de Limbo.
Un par de elementos que me causaron mayor impacto, es el referente teatral que debería ser el clown en México, en el que con menos se puede decir más y la música, composición original de Marian Ruzzi que se basó en un conjunto de canciones con increíbles voces e instrumentos como piano, clarinete, violines, acordeones, contrabajos, guitarras y hasta sonidos creados con un par de bolsas de papel.
Limbo es una exhortación surrealista que cumple el objetivo de hacernos pensar, sentir y vivir.
Algo que siempre he considerado es que el arte cambia mucho a la gente ya que nos otorga una ventana para que a través de él podamos explorar otros mundos, conocernos a nosotros mismos y hasta luchar con aquellos pesos con los que llegamos a convivir. Cualquier oportunidad de dejarse llevar es una experiencia de vida que todos debemos permitirnos gozar.
