Ayer fue uno de los días más especiales en el mundo del arte. Ayer un 6 de abril, se cumplió el aniversario del nacimiento de una de las pintoras más representativas del movimiento surrealista: Leonora Carrington, quien cumpliría 98 años y de la que se desprenden numerosas obras artísticas que cambiarían la visión y descubrimiento por un bello arte en la pintura.
Hoy además de platicar un poco acerca de la trayectoria de Leonora Carrington, quiero abordar algunas influencias y colaboraciones que ha tenido con algunos fotógrafos y diseñadores, pues sobra decir que siendo soñadora, revolucionaria y controversial, su trabajo es uno de los legados más importantes en cuanto movimientos estéticos y exposiciones se refiere.
Leonora Carrington nació en 1917 en Chorley, un pueblo de Lancashire, Inglaterra. Con una infancia complicada e incomprendida por sus padres, siempre se enfrentó a defender sus ideas independientemente de lo que podrían pensar o decir de ella, incluso las más fantásticos e inocentes que de niña le pudieron haber surgido, como la percepción de ser vista como un caballo (pensamiento que la acompaño durante toda su vida).
Después de muchos viajes por Europa, de pasar por una presentación ante la corte real de Inglaterra (conocida en una de sus obras como «El debut»), Leonora fue una amenaza para los colegios de monjas, los internados y hasta sus propios padres, quienes en su intento de dominarla intentaron de todo para poder establecerla como una «mujer correcta y de buena familia». Su madre quien siempre la apoyó y vio por su bienestar, era su fiel acompañante, caminaban juntas por las calles parisinas, por los canales de Venecia, a veces por Irlanda, pero siempre garantizando las miradas de cualquier hombre que se cruzaba en su camino. Leonora era una mujer bella, una mujer que conservó su esencia natural y que con su larga y abultada cabellera se apoderaba de cualquier salón y lugar en el que se presentaba.
En 1936 entró a la academia de arte Ozenfant de Londres en donde aprendió diferentes técnicas de dibujo y lo más importante, a vivir sola haciendo lo que más quisiese. Un año después conoce a Max Ernst, afamado pintor alemán que entonces tenía 47 años, y quien la introdujo en el movimiento surrealista con compañeros como Dalí, Picasso, André Bretón, Peggy Guggenheim, Man Ray, Marcel Duchamp, Benjamín Péret, Lee Miller, entre otros. Al poco tiempo ambos iniciaron una relación sentimental que los llevó a construir un viñedo en la provincia de Saint-Martin-d’Ardèche, lejos de la esposa de Max y el padre de Leonora, quienes se oponían a esta unión.
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Tras una vida llena de altibajos y fuertes emociones, la pareja tuvo que separarse, Max fue declarado enemigo del régimen de Vichy, para después ser detenido y encarcelado en el campo de concentración de Les Milles. Esto provocó en Leonora un desequilibrio mental, que la llevó a ser internada en un hospital psiquiátrico de Santander. A su huída, se dirigió a Lisboa, donde se refugió en la embajada de México y conoció al poeta Renato Leduc, con quien se casó un año después y quien la ayudó a emigrar primero a Nueva York y después a México.
En México Leonora conmocionó al mundo de los surrealistas que también se encontraban en el país como Wolfgang Paalen, André Breton, Alice Rahon o la pintora Remedios Varo, con quien tuvo una amista duradera. También convivió con gran parte de la esfera cultural mexicana como Elena Poniatowska (quien escribió una novela dedicada a la pintora), Carlos Fuentes y Carlos Monsiváis, entre otros.
Además de ser un icono en el mundo del arte y en específico del surrealismo, una figura de tal envergadura no podría pasar desapercibida en la cultura de la moda, así, vemos la influencia de Leonora en editoriales y vestidos.
La obra de Leonora fue también la inspiración para la diseñadora Sandra Vite quien en IDM resaltó prendas con elaborados cortes y fantasías, las cuales fueron el común denominador de los modelos.
Imágenes via Pinterest y masaryk.tv
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